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Cuando hay ganas de darse un capricho, nada mejor que una buena centolla de las rías gallegas. Su característico color rojo tiene un tono más oscuro que la centolla del Cantábrico, de la que también se diferencia por su caparazón, más rugoso y picudo, y por sus patas, más largas y afiladas. Sabor intenso y lleno de matices, desde el gusto dulce de los corales de las hembras a la acidez suave del caparazón. Degustar una centolla de la ría es todo un ritual.
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